sábado, 9 de agosto de 2008

bitacora de un suicida V

Hay algo en la madrugada, o en el agua, o en algún ínfimo gen que compone esto que soy, hay algo. Una suerte de obligación que cuando se extingue o quiero evadir, torna en tentación. Hay una baldosa en la acera con el porvenir grabado y unas notas en clave de sol marcando el ritmo de este desagradable presente que parece irreversible. No encuentro otra introducción que las anteriores palabras para aludir a ese tierno y destructor noctambulismo que se pasea por mi cuerpo (necedad, vicio, diría Rousseau), dulce y amargo a un tiempo, como el cuervo de Edgar o alguna fatalidad insinuada en Final del Juego. Qué más da. Al menos si el techo fuera de vidrio o las fracturas expuestas en la pierna del espíritu ayudaran, los silencios no sabrían tanto a mierda y existencialismo inutil. O, en un plano más ajeno, al menos si el corpus de la Cábala no hubiera sido invalidado por Saussure, siquiera encontraría en las palabras un misterio oculto que transformara la amalgama vida-realidad en vida-literatura fantástica, así el sufrimiento culminaría en un punto final hasta el próximo lector. (Aunque suponga la posibilidad de múltiples lectores simultaneos y consecuentemente múltiples sufrimientos simultaneos.) Eso, sumado a la sensación de círculo vicioso y de que el sueño ha de ser nocturno por disposición de un rostro que ni sabemos si existe, me vuelven intolerable a mí mismo e incompetente para algo tan simple como es dormir. Vagamente entiendo las cavilaciones inservibles de Oliveira, no sin el gusto amargo que me deja el ser portador de esas cavilaciones, como quien incuba un germen cuyo perjuicio intuye, y no sin saborear la absurda y poco productiva lucidez de que somos víctima cuando asistimos a nuestros propios trances melancólicos en una posición dual de aceptación y negación de una realidad que se vive (o se tiene la sensación de que se vive) y no se quiere vivir. Ya casi siento asco del recuerdo, pero más asco siento del olvido, repugnancia de la resignación y claustrofobia en esta piel que sabe a incapacidad. Ahora, me gustaría entre tanto saber la esencia del olvido, la calidad de la repugnancia e incapacidad para qué. Rústico pensamiento el de personas como yo, que comprueban de alguna manera esa relación dialéctica entre el yo pasional y recurrente y un mí amordazado, con ganas de no ser mí, pero tampoco ser yo, algo que puerilmente roza la simplicidad y que es solamente ser. Eso soy yo y no pido nada: simplemente ser (nótese el sarcasmo). Con este metro podriamos medir el individualismo en egoímetros. Y me pregunto a veces si la conciencia que me tocó en suerte, tiene intersticios (como diría Cortazar) a modo de salida de emergencia: solamente quien lo sabe, me corrijo, quien lo siente, puede saber lo perniciosa y autodestructora que puede ser un conciencia que primero nos induce al aislamiento, depués nos hace sentirnos culpables de esa acción, luego nos hace arrepentirnos de habernos arrepentido, y finalmente, en un metaarrepentimiento, nos hace sentir una verdadera mierda a nuestros ojos porque no podemos salir de ese encierro interior absolutamente circular e inutil; nos convierte en reos de la reflexión y la inacción. (Donaría estos bocetos de teoría del ocio si me fuera posible no odiarme por el sólo hecho de haberlos concebido.)
Contaría, si no estuviera redondamente convencido de lo vano de la acción, las líneas que ya he escrito sin decir nada en absoluto (y a todo aquel que piense intentarlo, lo persuado a que lo haga; tal vez alguien más inteligente que yo pueda invalidar a Saussure). Más no quisiera que este tiempo que perdí frente al teclado sea simplemente tiempo perdido, dejemos arbitrariamente actuar a la imaginación, y sólo así me atrevo a razonar lo que pienso imposible, pero fervientemente creo: que el insomnio es la respuesta que fabrico (mi propia excusa en este mundo de excusas) para evitar el sueño, ese desvelante sueño, en el que subyace la terrible imagen que me despertará en la seguridad de que es el último sueño. Parece estúpido (y lo es realmente), pero sólo Dios sabe cuánto me afecta. Que se me juzgue (si vale la pena), se me degrade (si así se lo quiere), que se me olvide (si valgo el olvido), o que se me recuerde (por favor).

10 comentarios:

Juan Pablo López dijo...

que viva la arbitrariedad de tu imaginación y de tu pragmatisme en las letras.
Este texto fue para celebrar. Salú.

manu dijo...

agradecí al insomnio por negarme la mañana. después tuve que trabajar y el insomnio quiso seguir siendo mi amigo...no creo que llegue a los 30.

Ser noctámbulo es como estar vigilando, como estar esperando algo, como no querer que algo suceda.....para qué?..no tengo la menor idea.....capaz sea para dormirnos desmayados y no soñar.

salute!

Anónimo dijo...

bitacora
un mail?

tus palabras suenan fliares, quien te dice
capas nos cruzamos alguna vez en el super ?¿
jeje
saludos , che.
y que sigas bien.

Unknown dijo...

Me suenas, me suenas, creo que ya tuve esta conversación con alguien.

Que la vigilia no se le haga muy larga

Saludos y gracias por sus palabras en mi blog

Poéticamente Insurrecto dijo...

Muchas gracias por tu visita y por tus palabras... de hecho, algunos de los autores que nombras (Arlt, por ejemplo) me han influenciado... otros, no he tenido el gusto de conocerlos... pero tomo nota...

Un abrazo!

Adriana dijo...

A veces el insomnio se hace muy atractivo, una mala noche no siempre resulta mala.
Tu bitácora me atrapó.
Seguiré pasando, beso
Adria.-

Paco Payán dijo...

He pasado por aquí algunas ocasiones y realmente me gusta tu espacio...

El insomnio?cuantas veces me he quedado atrapado en esos intantes de introspección que no me han llevado a nada...

Saludos

karina Androvich dijo...

Me encantan tus textos.
Donde quiera que te encuentres me gustaría que subas uno más.
Saludos

mujer en la niebla dijo...

Hay alguien ahí?

Eres un perdido como yo, eso me gusta.

Anónimo dijo...

vale, pasale un correo puez
el mio ya esta publicado.