Bitácora de un suicida III

No sé porqué, de alguna manera, me siento incapaz de todo. Un cielo se cierra y ninguna puerta se abre. Lo único que deseo se abastece a sí mismo y no me necesita. Las praderas de vidas parecen ajenas a mí, y yo busco un lugar, mas no lo encuentro. Busco motivos y no encuentro más que culpas. Si volví a congeniar con la soledad no es mas que culpa mía, no es mas que una consecuencia de mi estúpido proceder. Pero, si hay alguien en el mundo, cómo debo proceder? Los hados tienen un texto escrito y en él parece no haber margen. Busco correcciones, nudos en la realidad, silencios con ruido a puchos y una lengua en el ombligo. Aquel vientre en el que llegué a imaginar un hijo que no evitaría. Una familia de estética; el favor a cumplir con la sociedad de ser algo así como un ejemplo, una apariencia, y esta vida, que no es mas que apariencia. En qué invisible realidad me he criado? en una turbia realidad, con libertades mentirosas, con soledad en demasía, con una penumbra que hacía las veces de asilo y de mundo, y un mundo con el cual congeniar. Los gustos diferentes, los pretéritos infiernos, los presentes sulpicios. No hay nada que no sea imaginación pura. Yo siento pegada a mi rostro esa máscara, de hermano, de amigo, de gente, no obstante me duele el proceder así, bajo una hipocresía que tiene mucho de absoluta. Lo único absoluto en mi vida incierta y floja. Me duelen mis propias desiciones, los amores de una noche, las prisiones de recuerdo y los olvidos. Me duelen los últimos suspiros del creciente pesar que parece infundado, pero sinceramente, no le encuentro una razón a todo esto. No es mas que padecer. Becquer dijo " siquiera padecer es vivir". Pero para mi no es otra cosa que una ola interminable de certezas e incertidumbres que me acercan centímetro a centímetro al abismo, ese abismo insalvable que no puedo evitar y que encuentro en cada acercamiento a la vida. A veces quisiera vegetar, y otras veces quisiera seguir siendo lo que soy y viviendo lo que estoy viviendo, porque esto es el sabor de la vida. Sin embargo ya no puedo. Mi alma está sofocada por miles de fantasma que acuden en mis sueños a nublarme el poco descanso que el insmonio me permite. La vida es una puta y yo no frecuento burdeles, por eso nos llevamos mal.